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7 de diciembre de 2012

Los países árabes deberían alojar a los palestinos

Comentado por: Esmérida Arenas Rojas Jerusalén


Estas reflexiones de hoy no me las inspira ni mi profesión de pedagoga quien durante veinte años enseñó a niños y jóvenes, ni tampoco mi condición de internacionalista, sino el grito, la voz silenciosa de algunos, el sentimiento de muchos ciudadanos del mundo y -uniéndome al eco de ellos-, escribo estas líneas ante la angustia, desesperación y muerte de árabes palestinos y judíos en la sensible Franja de Gaza y el territorio israelí.


Los palestinos son árabes teniendo en común con: Arabia Saudita, Egipto, Irak, Irán, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Qatar y Siria, la lengua, cultura, tradiciones, valores, religión (cristiana, musulmana, drusa), y otros muchos principios que los unen.

La población árabe posee extensos territorios conformados por muchísimos países, y además de la bendición de toda esa gama de Estados, la mayoría con sus entrañas repletas del mineral que mueve al mundo contemporáneo. Y me pregunto ¿cómo es posible que los palestinos, guerreen a muerte con los judíos por un pedacito de tierra? Si pensamos con una mentalidad universal la tierra, nadie la compró, es de todos y si existen fronteras es más que todo por cuestiones de seguridad.

Judíos y árabes hijos del mismo padre ¡Abraham! Deberíamos permanecer unidos, ser solidarios, intercambiar productos y vivir en Santa Paz.

Imaginémonos a árabes y judíos viviendo fraternalmente: los árabes aportando el mineral más codiciado del planeta, su laboriosidad, su milenaria habilidad comercial, su música y su estético arte y los judíos con su gran capacidad intelectual para las matemáticas, la física, la química, la biología, medicina, el arte: la pintura, música y poesía, su avanzada tecnología, además de su gran visión empresarial y ni hablar de la agricultura quienes en un poco más de sesenta años, florecieron de un desierto con un subsuelo de gigantescas rocas, lo han convertido en un país con economía estable, recursos bien administrados, una población humana sobresaliente, un presupuesto donde la educación es un elemento prioritario, un país democrático, respetuoso de los diferentes credos, cumplidor de las leyes ecológicas, un desierto verde, un oasis, un paraíso, un país digno para la vida.

Unidos, árabes y judíos, seríamos una fuerza de gran poderío en el mundo, pero no para la guerra, sino un enlace para la vida, para el amor y para la Paz.


Todo ese dinero usado en cohetes, en armas cada vez más sofisticadas y costosas se podría emplear en trasladar a los palestinos a los diferentes países árabes de su preferencia, promocionándoles vivienda, trabajo, escuelas y universidades para sus hijos, seguridad social, pagarles sus casas, comprarles sus negocios, otorgarles créditos con bajos intereses para la inversión en las diferentes áreas productivas. Y los que deseen permanecer en Israel, como cualquier inmigrante, que deja su tierra y se dirige a otro espacio geográfico, bienvenido, que se le permita continuar viviendo y compartiendo la existencia con los judíos. Es decir, que se les apoye a los palestinos en todos los sentidos y que el minúsculo territorio quede en manos total e íntegramente para Israel.Estoy convencida de que esa sería la única solución, la más perfecta y la salvación para la tan ansiada paz en el Medio Oriente, la población judía y árabe palestina crecen cada día más y consecuencialmente necesitarán más espacio, lo que conllevaría a pelear hasta la muerte, por un metro más de tierra.

Si los judíos, tuviésemos tantos territorios con lengua, religión y tradiciones similares, ya nos hubiésemos dirigido a ellos.

El mundo, en realidad, ha sido injusto con el pueblo judío, que desde que salió de su ancestral tierra ha sufrido como ningún otro (con excepción de los gitanos) vagando por cientos de países, han resistido los más crueles maltratos, abusos, violaciones a sus derechos civiles más elementales y sagrados, como el respeto a la vida, a su religión, tradiciones y vestimenta.

Cuántos refugiados hebreos en diferentes países, en muchos rechazados de la forma más inhumana, echados prácticamente, dejando atrás sus casas, bienes, su entorno familiar y viéndose obligados a cambiar hasta sus apellidos, para que no se supieran que eran judíos y no tener que abandonarlo todo, rezando y cantando a escondidas.

Los judíos sí fueron refugiados verdaderamente, los palestinos jamás podrían sentirse extranjeros en países con igualitarias costumbres, al contrario, esos países hermanos deberían acogerlos en su seno, con afecto, no ayudándoles sólo para la guerra.

No es humano, que un pueblo tan admirable como el hebreo, tan lleno de principios éticos, espirituales, morales y religiosos haya vivido durante siglos en condiciones que degradan la existencia, siempre luchando y a la defensiva para que no les fueran pisoteados los derechos intrínsecos a su condición de seres humanos, como el derecho a su religión, tradiciones y costumbres ancestrales.

La guerra continuará, y cada día será más conflictiva si el territorio continúa compartido. Los palestinos agradecerán más tarde vivir plácidamente en otros países árabes, sin el temor de que, en una guerra, en cualquier momento, el más inesperado, una bala, una bomba, termine con la vida. En situaciones conflictivas, a veces los niños no pueden asistir ni siquiera a la escuela.

Los judíos, igualmente, cuando menos lo esperan, reciben un cohete, un ataque terrorista, un soldado herido, muerte a civiles, niños y gente común que tranquila y confiadamente toman un autobús o en algún sitio público concurrido un suicida les arrebata la existencia, teminando también con la suya, porque según ellos se irán al paraíso asesinando judíos.

Porque lo que sí está claro en la mente, en el espíritu y en el corazón del pueblo judío, es que nunca permitirá ni otra Inquisición, ni otro Holocausto, ni ningún judío errará jamás por el mundo, sin un pedazo de tierra, mar y cielo a cualquier precio.

AURORA

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