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4 de julio de 2013

Para entender a Keynes

Por Ricardo Crespo*. 
John Maynard Keynes, el economista más famoso del siglo pasado, apareció en las noticias de medios anglosajones las últimas semanas. El conocido historiador económico de Harvard Niall Ferguson exponía en las jornadas de inversiones estratégicas de Altegris cuando alguien le preguntó acerca del impacto de Keynes en las economías modernas. 

Para asombro del público, Ferguson dijo que las teorías económicas de ese gran hombre se habían visto influenciadas por su homosexualidad: al no tener hijos, a Keynes no le importaban mucho las generaciones venideras. 

Según los apuntes de un periodista financiero, Ferguson señaló:
“Keynes era homosexual y no tenía ninguna intención de tener hijos. No estamos muertos a largo plazo… nuestros hijos son nuestra descendencia. Los ideales económicos de Keynes nos han traído los problemas que tenemos hoy. Las soluciones de corto plazo, sin prestar atención al largo plazo, conducen a los ciclos continuos de alzas y derrumbes. Las economías que buscan esas soluciones cortoplacistas siempre han sufrido no sólo caídas sino también su destrucción en el largo plazo.”

Sus comentarios desataron un debate hostil en los medios. Posteriormente, Ferguson ofreció “una disculpa sin reservas” en su blog. 

Charles Hession propuso la tesis de la influencia de la homosexualidad de Keynes en su pensamiento económico en su libro John Maynard Keynes, publicado en 1984. En 1990, Ted Winslow también recalcó este punto en un artículo de la publicación Social Research.

Sin embargo, pienso que la clave para entender a Keynes no se encuentra allí. En cambio, las preocupaciones éticas del Grupo de Bloomsbury contribuyeron a que Keynes desarrollara las teorías filosóficas que sustentan su pensamiento económico.

No obstante, la polémica sobre la orientación sexual de este gran economista puede resultar de utilidad al recordarnos que la economía no sólo tiene que ver con las teorías económicas. Como realidad humana, la economía está sujeta a una multitud de influencias, pero la disciplina académica de la economía, en general, sólo tiene en cuenta los argumentos económicos. 

Asimismo, la tendencia actual de la economía consiste en examinar todas las actividades humanas desde una perspectiva económica limitada. Las contribuciones de otras ciencias sociales, como la psicología y la sociología, se han excluido sistemáticamente durante gran parte del siglo XX, mientras la lógica económica ha reemplazado a la lógica de las ciencias sociales. Para comprobarlo, sólo basta con visitar el blog Freakonomics, donde el economista Steven D. Levitt y el periodista Stephen J. Dubner brindan explicaciones económicas para todo tipo de fenómenos y eventos, desde el abuso infantil hasta las carreras de caballos como el Kentucky Derby.

Se trata de lo que se ha dado en llamar “el imperialismo científico de la economía”, un programa de investigación que predomina desde la segunda mitad del siglo pasado. Ha originado conceptos o disciplinas tales como el análisis económico del derecho, el capital humano y social, la economía del delito, la economía de la familia, la economía política constitucional y la economía de la religión. 

Hoy, sin embargo, estamos asistiendo al comienzo del ocaso del homo economicus. Los economistas se están dando cuenta de que necesitan importar conceptos de otras ciencias sociales en lugar de imponerles la lógica de la economía. El árbitro para un intercambio fructífero entre las distintas disciplinas es la filosofía. 

En los últimos años y, en especial, después de la crisis financiera global, muchos economistas han recurrido al padre del estudio sistemático de la economía y la filosofía, Aristóteles. Un buen ejemplo de ello es la publicación, el año pasado, del libro Reckoning with Markets: The Role of Moral Reflection in Economics de James Halteman y Edd S. Noell. Los autores sostienen que la economía no es una disciplina “sin valores” y que siempre ha incorporado la reflexión moral en sus ecuaciones y diagramas.Uno de los capítulos trata casi exclusivamente sobre el aporte de Aristóteles a la economía. 

Robert y Edward Skidelsky publicaron otro libro de gran difusión el año pasado, basado en el concepto aristotélico de la vida buena. En How Much is Enough?: Money and the Good Life, esta dupla de padre e hijo afirma que algo anda mal si trabajamos cada vez más y disfrutamos de la vida cada vez menos. Con el argumento de que la economía es fundamentalmente una ciencia moral, rastrean el concepto de “la vida buena” desde Aristóteles hasta Keynes.

Luego está el libro de Michael Sandel What Money Can't Buy: The Moral Limits of Markets, publicado también en 2012. En esta obra, el popular profesor de Harvard advierte sobre el alarmante pasaje del mundo de una economía de mercado a una sociedad de mercado. 

La lista continúa con Debra Satz, de Stanford University; el difunto Albert Hirschman; Deirdre McCloskey, y, en un lugar destacado, el ganador del Premio Nobel de Economía de 1998, Amartya Sen. La mayoría de estos autores toman a Aristóteles como referente. 

¿Por qué Aristóteles? Joseph Schumpeter responde a esta pregunta en su magistral Historia del Análisis Económico cuando aclara: "sólo una pequeña parte de su trabajo analítico se refiere a los problemas económicos. Su obra principal y su interés principal, en lo que se refiere a los fenómenos sociales, se centró en el campo que hemos decidido llamar sociología económica o, mejor dicho, en el campo de la sociología política, a la que Aristóteles subordinaba tanto la sociología económica como la economía técnica. Su Política debe evaluarse como un tratado o un libro de texto sobre el estado y la sociedad. Y su Ética nicomáquea –un tratado completo sobre el comportamiento humano desde el punto de vista normativo- también trata de manera tan preponderante con el hombre político, con el hombre en la ciudad-estado, que debería considerarse un volumen complementario a su política, pues, en conjunto, constituyen la primera presentación sistemática conocida de una Ciencia Social unitaria”. 

He aquí lo que los economistas modernos valoran en Aristóteles: no analiza la economía en forma aislada, sino como parte de la realidad de la política. Por esta razón, la economía requiere atención y estudio interdisciplinario. En la pérdida de esta unidad radican las causas de las crisis políticas, sociales y económicas. 

Y, en cierta medida, Keynes fue un precursor del renacimiento de la dimensión ética de la economía. Debido a que se volcó a la economía como carrera, se suele olvidar que Keynes estudió filosofía en Cambridge. Como integrante del Grupo de Bloomsbury, estuvo inmerso en un ambiente que valoraba el debate intenso de la filosofía, la metafísica, la estética, la ética y la matemática. 

Si bien sus integrantes tuvieron vidas personales complicadas, el Grupo de Bloomsbury se dedicó a una inquietud esencialmente moral. ¿Era posible generar una alternativa auténtica para reemplazar el sistema ético Victoriano decadente e hipócrita? El joven Keynes comenzó su investigación sobre lógica inductiva desde una posición fundamentalmente ética. 

En lo que se refiere a sus conceptos económicos, su homosexualidad resulta una distracción irrelevante. Mi opinión es que no tuvo una influencia sustancial en la formación de sus teorías económicas. Lo que sí importa, sin embargo, es que Keynes ubicó un sistema ético en el corazón de la economía. Se trata de un concepto que los economistas contemporáneos deberían explorar y desarrollar.

*Ricardo Crespo es profesor de Economía en IAE Business School. Autor del libro El Pensamiento Filosófico de Keynes: Descubrir la Melodía.

MBA AE

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