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22 de julio de 2013

América Latina y su reto ante la crisis

Por: Arturo García*
El FMI en su informe de julio último, recortó por quinta vez, desde inicios del 2012, sus proyecciones de crecimiento para el mundo. Redujo su pronóstico de crecimiento mundial para este año a 3,1%, desde el 3,3% que proyectó en abril.

También recortó su pronóstico para el 2014 a 3,8%, desde el 4%. Prevé asimismo, un crecimiento de 1,7% para EE.UU. en el 2013 y 2,7% en el 2014. En cuanto a Europa prevé que este año continuará la recesión llegando a -0,6%, y proyectando un leve crecimiento para el 2014 en 0,9%.

De otro lado, ha elevado su pronóstico de crecimiento para Japón y Reino Unido para este año a 2% y 0,9%, respectivamente. Japón está ejecutando un programa de estímulo a su economía, lo cual debilitó el yen y estimuló sus exportaciones y el crecimiento.

Asimismo, pronostica un crecimiento en las economías emergentes y en desarrollo de 5% en el 2013 y 5,4% en el 2014. Sobre América Latina y el Caribe, proyecta crecimientos de 3% y 3,4%, en el 2013 y 2014, respectivamente.

Siendo éste el panorama actual de perspectivas económicas, el Fondo ha recomendado a las economías emergentes reformas macro prudenciales y estructurales. De otro lado, el Banco Mundial que también ha reducido sus proyecciones de crecimiento para el mundo, ha recomendado a los países emergentes concentrarse en mejorar su potencial, sobre todo en infraestructura, salud y educación.

Recordemos, igualmente, que el Banco Interamericano en su Asamblea Anual desarrollada en marzo, planteó la necesidad de que Latinoamérica acometa reformas estructurales para aprovechar la bonanza que vive la región, y que contrasta con la crisis en el mundo desarrollado.

El BID proyecta que América Latina crecerá entre un 3,5% y un 3,8% este 2013, y en el medio plazo, hasta el 2015, lo hará en un promedio del 4%, señalando que lamentablemente la región aún no está preparada para aprovechar las oportunidades que se le abren.

Por ello, demandó la puesta en marcha con firmeza y rapidez de unas reformas estructurales que se adecúen a las características propias de cada país.

El BID ha enfatizado que, para continuar con la senda de bonanza, los países deben acometer una serie de reformas estructurales que pasan por una nueva regulación del mercado laboral y un aumento de la inversión en infraestructuras.

Para evitar que los países de la región se contagien de la desaceleración que amenaza a la economía mundial, el BID advierte sobre la necesidad de que se modere el gasto público. Suponiendo que las presiones inflacionarias se mantengan bajo control, recomiendan una combinación de políticas que contemple una política fiscal más estricta y una política monetaria más flexible. Señala también que los Gobiernos de América Latina deben adoptar más medidas estructurales para impulsar el crecimiento.

América Latina enfrenta una gran oportunidad para crecer anualmente al 6%, si es capaz de aplicar reformas estructurales como la reducción de la informalidad laboral o la inversión en infraestructura.

América Latina está probablemente creciendo actualmente a su máxima tasa, dados sus recursos e instituciones, alrededor del 4%. Los países asiáticos, por su parte, han promediado un crecimiento sostenido en los últimos años cercano al 6%.

Entre esas reformas estructurales, se encuentra una reforma del mercado de trabajo. Con una tasa del 56%, América Latina es la zona del mundo con un mayor grado de trabajo informal. Los aumentos de productividad resultantes pueden tener su recompensa en la forma de un mayor crecimiento económico. 

El BID también propuso un impulso de la inversión en infraestructuras. América Latina y el Caribe dedican sólo el 2,5% del PIB a la inversión en infraestructura. Si este esfuerzo inversor se duplicara, el crecimiento anual podría aumentar hasta en 2 puntos porcentuales. Asimismo, considera que para favorecer esa inversión, la región debería garantizar un ahorro a largo plazo y desarrollar un marco normativo que sea atractivo para el sector privado.

Sobre la infraestructura, recomienda desarrollar mercados de capitales domésticos y en alianzas público-privadas, que permitan captar una fuente segura y estable de financiación en el mediano plazo.

Una mayor inversión exige más ahorro de largo plazo y un marco normativo atractivo para el sector privado. Los niveles de ahorro en América Latina y el Caribe se han estancado en torno al 18% del PIB, mientras que en las economías emergentes de Asia duplican esa cifra. Los países deberían promover el ahorro en sus monedas nacionales mediante la reforma de sus sistemas de pensiones, de seguridad social y tributarios.

Al mismo tiempo, deberían trabajar en la mejora de las regulaciones y las instituciones, para poder atraer más inversión. En este orden de ideas, las asociaciones público privadas pueden constituir un camino prometedor. Los gobiernos deben hacer el esfuerzo también de destinar una porción de los gastos ordinarios actuales a infraestructura vital.

La prioridad debe ser una reforma educativa orientada a mejorar la calidad de la enseñanza, sin dejar de lado otros asuntos como la renovación de la salud y la seguridad social y la justicia.

También deben favorecerse las inversiones en infraestructura y logística, reducir la brecha digital e impulsar la lucha contra el crimen y la inseguridad, entre otros. Por consiguiente, los países deberían contemplar futuras reformas estructurales para mejorar las perspectivas económicas y escapar del menor crecimiento global.

En los últimos años América Latina y el Caribe han utilizado con éxito la política fiscal y monetaria para contrarrestar la recesión global y actualmente el continente crece a tasas muy cercanas a su potencial.

Pero la reducción del espacio fiscal como consecuencia del incremento del gasto público y los menores márgenes disponibles de la política monetaria aconsejan reequilibrar el protagonismo de las políticas anticíclicas.

El tema, no es ahora el recurrir a políticas fiscales y monetarias para contrarrestar una crisis externa. La región ha superado los efectos de la crisis global. Ahora de lo que se trata es de incrementar el crecimiento potencial de la región.

Considerando que las presiones inflacionarias se mantengan bajo control, la combinación de una política fiscal más estricta y una política monetaria más flexible, sería adecuada, siempre que esta política fiscal sea más estricta y eficiente en el gasto corriente, de modo que permita destinar recursos para inversión pública en infraestructura.

Con ello, la proyección de crecimiento de la región podría situarse en más de un 6% anual, la cual es una tasa ligeramente superior a la proyectada para los próximos años en los países del sudeste asiático.

Si bien es cierto, hay riesgos para las perspectivas de crecimiento mundial, dado que podrían surgir problemas en el camino hacia la recuperación de Europa o podría extenderse la incertidumbre fiscal en los Estados Unidos, también se reduciría el espacio para las respuestas monetarias o fiscales en las economías avanzadas. El mundo podría derivar a una fase prolongada de bajo crecimiento.

Por tanto, a fin de contrarrestar el riesgo para la región, de la prolongación de la crisis en los países desarrollados y la desaceleración de China, así como para acelerar el crecimiento y consolidar los progresos sociales alcanzados por América Latina en la última década, y que las familias de menores recursos sientan mayor bienestar y reciban mejores servicios, -cuya falta de los mismos originó los problemas actuales en Brasil-, los países de la región deben desarrollar las reformas estructurales señaladas. De no ser así, perderemos la oportunidad de que esta década de crecimiento nos conduzca a un desarrollo y mayor bienestar para las poblaciones de la región.

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*Arturo Garcia es MBA de Université du Québec-Montreal. MBA de ESAN. Programa de Alta Dirección (PAD) de la Universidad de Piura. Economista de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.Consultor de empresas. Ha sido Director del Banco de Comercio y Gerente de Riesgos de Financiera Peruana Interfip, y ha ocupado cargos directivos y gerenciales en empresas del sector bancario, comercial y de servicios.

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