Archivo del blog

musuq chaski noticias. Con la tecnología de Blogger.

Seguidores

8 de abril de 2013

Conflicto en la península coreana: los usos políticos de la sinrazón

Farid Kahhat (*)
Entre dos potencias nucleares suele ser una práctica tediosa. Ambas saben que una guerra sin cuartel entre ellas llevaría a su mutua destrucción. Si la guerra fuese convencional, saben que esta debería librarse con medios y objetivos acotados, pues de lo contrario arriesgarían una escalada que podría derivar en una guerra nuclear. Y como nadie sabe con certeza dónde se ubica el umbral traspasado el cual una guerra convencional podría convertirse en una guerra nuclear, las potencias nucleares suelen ser extremadamente cautas al sopesar la conveniencia de iniciar una acción militar: no es casual que jamás se haya producido una guerra convencional entre potencias nucleares. 

Todo ello sin embargo se basa en dos supuestos. El primero es que los Estados involucrados se comportan como actores racionales (es decir, son capaces de escoger la acción más eficaz para lograr el fin propuesto, considerando la probable respuesta de otro actor racional frente a esa acción). El segundo supuesto es que los Estados tienen como fin primordial perdurar en el tiempo, y por ende evitarán adoptar acciones que pongan en riesgo su existencia. 

Hartos del tedio que suponía el cálculo estratégico durante la Guerra Fría (llamada así porque la alternativa era una guerra termonuclear), los estrategas comenzaron a buscar atajos intelectuales que convirtieran la posibilidad de una confrontación entre potencias nucleares en un riesgo calculado. Uno de esos atajos consistía en hacer que la propia conducta pareciera inescrutable, errática y agresiva a nuestro interlocutor, de modo tal que este comenzara a poner en duda nuestra condición de actor racional. En términos mundanos, sería algo equivalente a la denominada “cara de póquer”, que impide al contrincante identificar nuestro bluf. 

En este contexto, algunos autores sugerían que tener un régimen democrático ponía en desventaja a los Estados Unidos frente a la Unión Soviética. De un lado, los sondeos de opinión, la prensa independiente, la oposición política, e incluso los debates dentro del propio gobierno brindaban a los soviéticos indicios suficientes como para identificar un intento de bluf por parte de los Estados Unidos. De otro lado, los Estados Unidos no contaban con fuentes de información equivalentes sobre las intenciones de la Unión Soviética. Más aún, el régimen soviético podía correr riesgos extremos (como una guerra fallida en Afganistán), porque no tenía que responder por esas decisiones ante sus ciudadanos, ni estos podían sancionarlo mediante el voto. Por la misma razón, la Unión Soviética podía escalar sus acciones (como durante la crisis de los misiles en Cuba), y luego dar marcha atrás, sin sufrir por ello mayor costo político. 

La implicación de política interna era obvia y ominosa: el sistema estadounidense debía parecerse más al soviético para superar esas desventajas. Sabemos por documentos desclasificados de los experimentos médicos que el gobierno estadounidense autorizó llevar a cabo con seres humanos durante la Guerra Fría. Conocemos también de las cacerías de brujas y las restricciones a las libertades individuales que se justificaron por razones de seguridad, desde el Macartismo hasta el Acta Patriótica. Paradójicamente, ello le habría hecho perder a los Estados Unidos parte de las ventajas que brinda un sistema político liberal: un debate libre de ideas que permitiría identificar las fallas en la argumentación oficial. Lo cual probablemente haya influido en que ese país librara sus propias guerras fallidas (desde Vietnam hasta Afganistán). 

Todo esto viene a colación cuando intentamos entender las crisis recurrentes en la península coreana. Ayuda a entender, por ejemplo, por qué en 2010 el régimen norcoreano torpedeó un buque militar de Corea del Sur y bombardeó una sus islas (produciendo en total la muerte de 50 ciudadanos surcoreanos), sin recibir a cambio una respuesta militar. Pero también ayuda a entender por qué es improbable que se produzca un conflicto armado de gran alcance. La presunción que parece prevalecer, tanto en Corea del Sur como en los Estados Unidos, es que un régimen que, como el norcoreano, no debe rendir cuentas a nadie por sus acciones, puede correr mayores riesgos de los que ellos estarían dispuestos a asumir. Sin embargo, creen también que (aunque les convenga aparentarlo) los líderes norcoreanos no son realmente suicidas irracionales.

(*) Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

0 comentarios:

Datos personales

PROMESA DE DIOS

"Acuérdate de mí, oh Jehová, según tu benevolencia para con tu pueblo; visítame con tu salvación" Salmos 106:4

LEA LA PALABRA DE DIOS

NUESTROS VISITANTES