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10 de abril de 2013

No hubo Shoá (Holocausto)

Por Alberto Mazor
El presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, tiene razón cuando pregunta: ¿Fueron asesinados realmente seis millones de judíos en Europa? 

Ese es el interrogante más fácil pero más peligroso de contestar en el mundo de hoy, pues se refiere, lógicamente, a la superpublicitada matanza de judíos durante la Segunda Guerra Mundial por medio de asesinatos colectivos, caravanas de la muerte, cámaras de gas, hornos crematorios y tantos otros sofisticados inventos que sólo el cerebro judío-sionista, exageradamente engalardonado de Premios Nóbel sería capaz de imaginar.

Atreverse en la actualidad a denunciar esa mentira monstruosa significaría perder el poco crédito político que le queda en Occidente (menos en Argentina), impedir su participación en prestigiosos congresos contra el racismo, su entrada a afamados centros académicos del mundo y obstaculizar una vía accesible a publicaciones y editoriales para dirigentes honestos. Pero… ¿Qué valor puede tener todo eso frente a una ansiada bomba atómica?

¡No hubo Shoá, señor Ahmadinejad! Para proteger la sagrada mentira de los seis millones de judíos asesinados en Europa se utilizaron maniobras que parecen casi de ciencia ficción, especialmente para ahogar cualquier intento serio de demostrar su falsedad.

No hubo Shoá. Las llamadas cámaras de gas eran, en realidad, inocentes duchas, e incluso tenían canales de desagüe en el piso que llegaban al alcantarillado exterior de los inocentes campamentos de verano o invierno donde los judíos gozaban de sus vacaciones mientras Europa se desangraba.

En otros casos, las tan pretendidas cámaras de gas correspondían a dependencias necrológicas, de esas que uno encuentra en todas las grandes cárceles del mundo. Viaje a Maidanek y compruébelo personálmente, señor Ahmadinejad; es igualito a Eurodisney. Un simple recorrido turístico lo sacará de dudas. En Auschwitz, por ejemplo, podrá verificar en el registro de llaves de puertas que estaban etiquetadas con el nombre de las salas que abrían, y en las que las llaves de las supuestas cámaras de gas aparecen con nombres de otras dependencias normales. ¡Habrase visto, tanta ignorancia!

No hubo Shoá, señor Ahmadinejad Los hornos crematorios analizados por los mejores peritos en la materia, tampoco cumplen con los mínimos requerimientos para incinerar siquiera una ínfima parte de las cifras que menciona la desvergonzada propaganda judeo-sionista. Los últimos informes técnicos analizan uno por uno los hornos y otorgan las cantidades máximas de incineraciones físicas posibles y la cantidad de ceniza capaz de acumularse, aclarando muy bien que corresponderían a un uso de 24 horas durante todos los días que estuvieron en funcionamiento; o sea, sin detención ni manutención alguna - ¿se imagina usted? - y sin posibilidad de enfriarse ni de retirar las cenizas durante años. ¿Quién podría trabajar constantemente al lado de algo hirviendo? ¿Sería realmente un infierno verdad, señor Ahmadinejad?

No hubo Shoá. ¿Quién mejor que usted, señor Ahmadinejad, con la fuentes fidedignas de las cuales dispone, puede saber que la Cruz Roja Internacional tuvo durante toda la Segunda Guerra Mundial acceso total a todos esos campamentos recreativos sin que jamás fueran denunciadas las famosas cámaras y los hornos? Más aún, usted bien sabe que una vez terminado el conflicto, la misma Cruz Roja - que incluso controlaba la correcta alimentación de los incrédulos acampantes - informó oficialmente que los judíos muertos entre 1939 y 1945 fueron apenas unos 300.000. Que quede bien claro señor Ahmadinejad: muertos, no asesinados.

No hubo Shoá, señor Ahmadinejad ¿Quién mejor que usted conoce al dedillo la cantidad de beneficios que obtuvo el descarado lobby judío internacional con esa telenovela del Holocausto. ¿De qué otra manera - de no haber ideado la farsa de los seis millones - hubiera podido recaudar el Movimiento Sionista semejante fortuna para construir su diabólico Estado a cambio de la supuesta memoria de algunos pobres judíos que fueron sacrificados? De no ser así ¿Alemania hubiese abonado a Israel enormes indemnizaciones derivadas de sus supuestas culpas por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la Segunda Guerra?

No hubo Shoá. La economía de Israel es considerada un éxito en este mundo en crisis. Todo es falso; el sionismo internacional lo sabe de sobra; la fuente de la sustentación nacional israelí está basada únicamente y exclusivamente en la cantidad degenerada de los pagos y las indemnizaciones que debió abonarle el pueblo alemán desde su recuperación como Estado, y luego del sacrificio ritual de los jerarcas del nazismo en el circo de Nuremberg. Gracias a las fortunas rapiñadas al mejor estilo ético de «dinero por sangre» es que el Estado judío pudo ser creado y mantenido. Por ejemplo, sus experimentos ultracomunistas, como son los ya famosos y tan renombrados kibutzim, fueron en su momento máquinas de malgastar recursos, cosa que ya dejó de ser sustentada por el sionismo, obligando a muchas de esas curiosas comunidades a adoptar un perfil cooperativista empresarial, lo que va mucho más de acuerdo con lo que usted piensa sobre la personalidad especulativa de los judíos, los sionistas y de su economía globalizadora.

Pero su verdadero problema reside en que hubo Shoá, señor Ahmadinejad.

Lo que sucede es que como en una película de terror, vemos como en los últimos años la bestia antisemita, forzada a retirarse de la historia luego de los «méritos» que obtuvo durante el Holocausto, poco a poco avanza hacia la luz, y hoy en día invadió cátedras universitarias convertida en un mero antisionismo o en un antisemitismo políticamente correcto. Hoy las principales usinas del odio a los judíos y al sionismo no son ignorantes adolescentes marginados de cabezas rapadas, sino ganadores de premios Nóbel y prestigiosos catedráticos que comparan a Gaza con Auschwitz, banalizando el término genocidio. El movimiento «progresista» globalofóbico, que tanto lo admira a usted, parece haber engendrado un «antiimperialismo de imbéciles».

Durante la Alemania nazi, los judíos eran vistos por la derecha, como los parásitos explotadores del resto de la humanidad; hoy, el Estado judío es definido, por usted y por sus compadres pseudo-progresistas, como un opresor colonialista, responsable de la globalización imperialista y el principal peligro para la paz mundial. Ni más ni ménos. Podemos decir que su antisemitismo es el mismo perro pero con distinto collar. Desde hace muchos años gran parte de Europa y el islam, en relación al pueblo judío y al Movimiento Sionista, se encuentran en una dialéctica que oscila entre la demonización razonable de los mismos y las prácticas terroristas homicidas contra ellos.

El antisemita de derecha, luego de la Shoá, si bien perdura, se debilitó notablemente y perdió consenso. El antisemitismo, en los años inmediatamente posteriores al Holocausto, se había transformado en una identidad vergonzosa condenada por la historia. Por el contrario, lejos de ocurrir esto, y trazando analogías con las manifestaciones del inconsciente, el antisemitismo reprimido buscó la forma de manifestarse en otro objeto del inconsciente, en este caso colectivo, y reapareció transformado en antisionismo, esta vez por el lado izquierdo con el aval de importantes intelectuales por un lado, con la intachable trayectoria antirracista de la izquierda por otro y con el caradurismo de Naciones Unidas que permite que un dirigente violador de derechos humanos diplomado como usted pronuncie en su Asamblea Gener discursos contra el racismo.

Es entonces, que el antisemitismo, de ser una ideología marginada, pasa a formar parte del consenso hegemónico de una importante parte de la opinión pública mundial, incluyendo a intelectuales afamados de un prestigio incuestionable. Ahora pueden respirar tranquilos; se volvió una opción accesible.

Hubo Shoá, señor Ahmadinejad. Sus desproporcionadas y abusivas exigencias de que Israel deje de hacerle a los palestinos lo que antes los alemanes le hicieron al pueblo judío, ya por sí solas sirven de confirmación; pero es simplemente una fantasía banalizadora suya del sufrimiento judío, cuya doble intención es purificar la indiferencia del mundo durante el Holocausto - si se equipara a víctimas y victimarios e Israel hace a otros lo que otros antes le hicieron, finalmente ni el mundo era tan malo, ni los judíos tan inocentes -, mientras que busca crear un nuevo estigma al judío generando, finalmente, un antisemitismo políticamente correcto y aceptable.

Hubo Shoá, señor Ahmadinejad. Aunque le parezca mentira, utilizando los datos que usted mismo aporta, es una mera cuestión de estadísticas. Si los judíos hubieran tenido las mismas posibilidades de acción, condiciones de vida y tasa de natalidad que tienen los palestinos en Gaza y Cisjordania durante lo que usted llama «genocidio palestino», no sólo no hubieran muerto 6.000.000 de los 9.000.000 de judíos europeos, sino que hacia el final de los doce años de gobierno nazi, Europa contaría con cerca de 12.000.000 de judíos.

Casualmente, este fin de semana, la Oficina Central de Estadísticas Palestina publicó un informe según el cual, las tendencias demográficas en Cisjordania y Gaza muestran que los niños palestinos serán mayoría en 2015 dado el importante índice de fertilidad de las mujeres y el bajo nivel de mortalidad infantil. Lo que se dice, todo un genocidio.

Hubo Shoá, señor Ahmadinejad, Lo alarmante es ver nuevamente la indiferencia moral y la manera de obrar de países occidentales respecto al antisemitismo y a sus amenazas de acciones terroristas antijudías. Su líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, hizo un llamamiento a cortar el tumor canceroso sionista. «Una sola bomba atómica alcanzaría», aseguró.

Es bueno recordar esas palabras ante su decisión de continuar con el programa nuclear de su país y de «borrar a Israel del mapa». Lo inconcebible es que países que se autocalifican neutrales, luego del Holocausto, toleren declaraciones provocativas como las suyas, que expresan abiertas concepciones antisemitas y genocidas.

Recuerdo que hace varios años atrás, su periódico, Hamshahri - uno de los de mayor difusión en Irán -, promovió un concurso en busca de las mejores caricaturas sobre el tema del Holocausto. Lo hizo en reacción a las «ofensivas» viñetas de Mahoma publicadas entonces en Dinamarca y aludiendo al principio elemental de libertad de expresión que tanto usted defiende en su país. Los ganadores fueron premiados y elogiados en un acto en Teherán por su original capacidad creativa.

Sólo me restan dos preguntas, señor Ahmadineyad:

¿En qué elementos se basaron los integrantes del jurado para determinar quienes fueron los ganadores de tan original concurso?

¿Cómo se puede caricaturizar lo que nunca existió?

POR ISRAEL

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