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24 de junio de 2013

EE.UU.: ¿Se justifican los programas de espionaje de la NSA?

Por: Jeffrey A. Miron*
 
El monitoreo por parte de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) de las llamadas telefónicas y comunicaciones vía internet provoca una pregunta fundamental: ¿Cuándo vale la pena sacrificar un poco de privacidad o libertades civiles para tener una mayor seguridad?

La respuesta depende, en parte, de qué tan frecuentemente estas acciones de la NSA previenen ataques terroristas. Si la NSA podría proveer múltiples y convincentes ejemplos de ataques terroristas que sin duda fueron prevenidos con sus programas de supervisión de llamadas telefónicas y de las comunicaciones vía internet, muchos estadounidenses considerarían las violaciones de privacidad y libertades civiles implicadas como un precio aceptable que pagar por su lucha contra el terror.

Pero la NSA no ha provisto dichos ejemplos. La NSA si dice que los datos de llamadas telefónicas o comunicaciones vía internet, derivados de sus actividades de monitoreo -a diferencia de sus búsquedas restringidas de registros telefónicos o correos electrónicos, respaldadas con ordenes judiciales específicas- han detenido ataques terroristas, pero el número de supuestos casos de éxitos parece ser pequeño.

Además, incluso en estos casos, los “ataques detenidos” no fueron unos que ya estaban en curso ni inevitables, frustrados solamente porque la información que tenía la NSA le permitió a las autoridades intervenir. En cambio, los incidentes conocidos se encontraban en etapas intermedias y puede que nunca hayan llegado a darse.

De igual forma, muchos ataques o atentados evitados lo han sido a través de medios alternativos al monitoreo amplio y rutinario de la NSA. El hombre que tenía una bomba en su zapato, por ejemplo, fue detenido por otros pasajeros del avión en que viajaba. El hombre que tenía una bomba en su carro en Time Square fue detenido por vendedores de la calle, quienes se dieron cuenta de la bomba en el carro e informaron a la policía.

Los verdaderos ataques si ocurren, pero por cada uno de ellos puede que hayan docenas o cientos de potenciales terroristas con delirios de grandeza, planeando atentados hipotéticos con sus amigos, aún sin tener los medios o la verdadera intención de ejecutarlos. Al monitorear tantas llamadas y correos electrónicos, la NSA está simplemente perdiendo tiempo.

La ausencia de evidencia convincente a favor de estos programas de la NSA es todavía más sorprendente, porque la NSA se enfrenta a importantes incentivos de publicitar sus logros, si es que existen. Tal evidencia silenciaría las críticas y generaría respaldo del público. La NSA podría temer que publicitar los éxitos recientes comprometería sus actividades en el futuro, pero esta preocupación disminuye conforme pasa el tiempo, permitiendo que eventualmente se revelen los ataques prevenidos de manera segura.

Lo evidente, entonces, es que los programas de monitoreo de la NSA previenen pocos ataques terroristas, si es que previenen alguno.

Por lo tanto, si estos programas tienen sentido, depende de si las violaciones de privacidad implicadas son minúsculas o importantes. Algunos estadounidenses aceptarían una reducción pequeña de su privacidad incluso a cambio de un pequeño declive en el terrorismo.

Los riesgos para la privacidad y las libertades civiles, sin embargo, no son triviales. Las autoridades de inteligencia de EE.UU. han utilizado mal sus poderes en el pasado, como cuando J. Edgar Hoover utilizó al FBI para espiar a “subversivos” o cuando Richard Nixon alentó al Servicio de Rentas Internas (IRS, por sus siglas en inglés) a investigar a sus enemigos políticos. El reciente sesgo del IRS para investigar las solicitudes de conservadores para obtener estatus 501c(4) también ilustra la envergadura de la politización de las acciones del Estado.

Y cualquiera con la tentación de confiar en que un partido político o el otro utilice sus poderes de seguridad sabiamente debería recordar que el otro partido algún día estará en el poder y tendrá acceso a esos mismos poderes.

Al considerar el monitoreo de la NSA de las llamadas telefónicas y de las comunicaciones vía internet, por lo tanto, lo que tienen que balancear los estadounidenses no es los beneficios considerables y fácilmente demostrables para la seguridad nacional frente a costos modestos y fácilmente limitados para la privacidad y las libertades civiles.

La elección es entre beneficios inciertos y posiblemente pequeños frente a costos importantes e incluso desastrosos.

El argumento a favor de estos programas de la NSA es todavía más débil porque EE.UU. tiene un método alternativo de reducir los ataques terroristas: dejar de invadir, ocupar, establecer bases militares en, o lanzar ataques con aviones no tripulados en Oriente Medio.

La gran mayoría de terroristas extranjeros vienen de países en los que EE.UU. mantiene una presencia activa y no deseada, por lo tanto estimulando la demanda de terrorismo.

Ejemplos innumerables -el consumo de drogas, la prostitución, los juegos de azar, la inmigración, y el terrorismo- muestran que cuando los países utilizan políticas que afectan la demanda (aumentando los costos) para detener el comportamiento por el cual existe una demanda sustancial, entonces nosotros no tenemos otra opción más que aceptarlos.

Para el terrorismo, sin embargo, podemos ahorrar dinero, evitar violaciones de libertades civiles, y reducir la demanda de terrorismo de un solo golpe. El terrorista del tren subterráneo de Nueva York en 2009, que la NSA dice que detuvo gracias a su monitoreo de llamadas telefónicas, ha dicho que planeó sus ataques motivado por la presencia de EE.UU. en Afganistán. Y esta razón -furia por la presencia de EE.UU. en un país musulmán- se repite con frecuencia entre terroristas y sus voceros.

Así que los programas de monitoreo de llamadas telefónicas y comunicaciones vía Internet de la NSA no resuelven un problema que podría reducirse marcadamente eliminando otras políticas costosas, y fracasan de manera onerosa y peligrosa. ¿Cómo es que no puede tener más sentido la otra estrategia?

Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org. Y en AE

*Director de estudios de pregrado de la Universidad de Harvard y académico titular del Cato Institute. Su blog es http://jeffreymiron.blogspot.com/.

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