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23 de octubre de 2013

IV Cenagro y las comunidades del país: su presencia es innegable

En el Perú todavía seguimos discutiendo cuál es la mejor denominación para identificar cultural y legalmente a las comunidades. Algunos sectores prefieren la terminología del Convenio 169 de la OIT, que se refiere a pueblos indígenas; otros toman el término pueblos originarios, mientras que hay quienes prefieren las denominaciones actuales de comunidades campesinas (CC) y comunidades nativas (CN), siguiendo la línea legal vigente de nuestro país. 

Sin embargo, mientras nos preocupamos en cuál es el nombre más apropiado, no hemos reparado en que en los últimos dieciocho años hemos carecido de cifras oficiales sobre estas organizaciones. En efecto, con los recientes resultados del IV Censo Nacional Agropecuario (IV Cenagro), de 2012, por fin tenemos datos que nos permitirán conocer el número, tamaño y la significación real de las comunidades en el espacio rural peruano. 

Por lo pronto, su presencia es innegable y el censo silencia a aquellas voces que señalan que no existen: las comunidades están en todo el territorio nacional. Con excepción de Tumbes, todas las regiones tienen presencia, ya sea de CC o de CN. Adicionalmente, hay datos que llaman la atención y seguramente servirán para una reflexión posterior, como el hecho de que entre 1994 y 2012 han desaparecido comunidades, pero también hay zonas donde han aumentado considerablemente. 

Número de comunidades en el ámbito nacional 

En el Perú, hasta 1969, cuando se aprobó la Ley de Reforma Agraria, solo se hablaba de comunidades indígenas. Con la mencionada ley se introdujo en nuestra legislación la distinción entre CC (ubicadas, sobre todo, en la costa y la sierra) y CN (asentadas en la selva y ceja de selva). Aunque la diferencia parecía estar en la distinta ubicación geográfica, hay una serie de elementos de tipo cultural y organizativo que distinguen a ambas formas de organización. 

El III Cenagro, de 1994, registraba en ese año un total de 5,680 CC; el 70.5% se localizaba en la sierra centro sur, en los departamentos de Puno (22.4%), Cusco (16.3%), Huancavelica (8.8%), Ayacucho (8%), Apurímac (7.7%) y Junín (7.3%). Una nota particular de este censo es que reconoce la existencia de CC en Tumbes y Madre de Dios, lo cual contrasta con los registros del IV Cenagro, de 2012, donde no figura ninguna de ellas en dichas regiones. 

El último censo reconoce la existencia de 6,277 CC, manteniendo la concentración de estas en la zona sur del país. Con pequeños cambios, los porcentajes permanecen tal cual la foto de 1994. Así, Puno posee el 22.9% de CC, Cusco el 15.9%, Huancavelica el 9.9%, Ayacucho el 9.3%, Apurímac el 8.1% y Junín el 6.4%. 

De 1994 a 2012, las comunidades han aumentado en número de 597, lo que equivale a un 9.51%. Las regiones donde hubo mayor aumento de CC con respecto a 1994 son: Loreto (87.7%), Ayacucho (21.9%), Amazonas (21.9%) y Huancavelica (19.7%). Sin embargo, también hay zonas donde se da una tendencia a la baja; así, en Piura, el número de CC ha descendido hasta en 26%, mientras que en La Libertad lo ha hecho en 19.2% y en Lambayeque en 18.2%. Coincide, justamente, que en estas zonas —de grandes extensiones de tierra— ahora se dedican a las exportaciones, por ejemplo biocombustible, y a la minería en el caso de la Libertad. 

En cuanto a las CN, su presencia mayoritaria, según el Cenagro de 1994 (totalizando 84.7%), se localizaba en los departamentos de Loreto (32.2%), Ucayali (19.3%), Junín (17%) y Amazonas (16.2%). Para 2012, las CN han aumentado en el orden de 130, lo que representa un 9.8% más que en 1994. Loreto sigue concentrando el mayor número de ellas (37.6%), seguido de Ucayali (17.9%) y Amazonas (16%). Llama la atención el descenso significativo de CN en Junín —en cifras que bordean el 20.2%, es decir, 41 CN menos que en el registro de 1994—, al igual que en Cusco (23 CN menos: 48.9%) y Huánuco (7 CN menos: 63.6%). 

Superficie agropecuaria comunal 

Conforme al III Cenagro, de 1994, las comunidades poseían una cantidad significativa del total de la superficie agropecuaria nacional, que para esa fecha era de 35’381,808 ha. Según esos datos, las CC concentraban una extensión de 14’171,967.90 ha, es decir, 39.8% del total de la superficie con aptitud agropecuaria del país, mientras que las CN contaban con 5’251,873.20 ha. Ambos tipos de comunidades reunían el 54.8% de la superficie agropecuaria del Perú, con un total de 19’423,840.70 ha. 

Respecto a las tierras de CC, los porcentajes más altos en 1994 se encontraban en el departamento de Puno, con 13%; seguido de Lima, con 12.1%; Cusco, con 9.5%; y luego Ayacucho, con 8.8% del total de tierras acumuladas por estas comunidades. En lo relacionado con las tierras en control de las CN, la mayor proporción estaba ubicada en Loreto, con 45.3%; seguido de Ucayali, con 27.9%; y luego Junín, con el 8.2% del total de tierras en posesión de las CN. 

En 2012, Puno mantiene la mayor cantidad de tierra de CC, con el 11.7%; Cusco, con el 8.3%, cede su segundo lugar anterior a Ayacucho, que ahora tiene el 10.9%; y cierra Apurímac, con el 8.1%. De modo similar, las CN conservan de manera general la situación de 1994: Loreto es la región con mayor extensión de tierra (36.3%), seguido de Ucayali (26.1%) y Amazonas (13%). 

Lo más significativo, sin embargo, es el dato referente a la superficie que las comunidades ocupan ahora. Mientras que las CC pasarían a controlar 16’359,073.76 ha, es decir, alrededor de 2’187,000 ha más que en 1994 (aumentando así en 13.4%), las CN pasan a controlar, de 5’251,873.20 (III Cenagro), a cerca de 1’854,000 ha más, es decir, han crecido en 26.1%. Entre ambos controlan el 60.5% del total de nuestra superficie agropecuaria. 

La importante cantidad de tierra que está en poder de las comunidades se explica, sobre todo, por la gran extensión de tierras eriazas que poseen y por sus tierras de pastos naturales. Sin embargo, ¿cómo explicar que después de dos décadas de extractivismo las comunidades posean más tierras? La razón, suponemos, que al menos durante la primera de ellas, las comunidades han pasado por un proceso de ampliación del acceso y formalización de su tierra. 

No obstante las consideraciones anteriores, el hecho es que las comunidades poseen una gran extensión de tierras a escala nacional. Ello debería servir para considerarlas automáticamente como el actor rural por excelencia. Ahora contamos con información actualizada que servirá como punto de referencia y partida para la implementación de políticas públicas y programas que sirvan para el desarrollo de estas organizaciones.

LRA N° 155

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