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22 de marzo de 2013

La desilusión dolorosa de EE.UU.

Bernardo Ptasevich

La visita del presidente Barack Obama a Israel al comienzo de su segundo mandato nos ofrece una buena razón para un resumen provisional de la política exterior estadounidense en Oriente Medio. La importancia de la visita en este momento es enorme a la luz de la proliferación de signos de interrogación entre los socios regionales de Estados Unidos en cuanto a la voluntad de su gobierno de actuar con decisión frente a los desafíos planteados por el cambiante entorno geopolítico del Oriente Medio. La visita muestra aparentemente las intenciones de aplicar algunas de las lecciones aprendidas durante el primer mandato de Obama, y tiene por objeto presentar un esquema realista y más sobrio de los asuntos que preocupan a los aliados de la administración en la región y que perjudican al estatus y el prestigio de los Estados Unidos.

La reanudación de las negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina es sin duda una de las razones por las que viene Obama al Oriente Medio. A diferencia de la gira realizada al comienzo de su primer mandato al Oriente Medio, parece que esta vez los funcionarios de la administración se cuidan de moderar las expectativas y aclarar que no tienen una solución mágica o un nuevo plan de paz. La Administración invirtió mucho - material y moral - en la Autoridad Palestina, bajo la conducción de Yasser Arafat y Mahmud Abás, y a la luz de los últimos desarrollos, parece que sin un proceso político esta inversión podría perderse. La visita tiene por objeto, en parte, señalar a Abás que Estados Unidos sigue considerándolo a él y no a Hamás como un factor clave y asegurarle que no ha pedido relevancia en favor de Hamás. Por lo tanto, ha sido dispuesta en la agenda de la visita de Obama una táctica de dos etapas, cuyo objeto principal es restablecer la relevancia de Abu Mazen y el inicio de un proceso político en la región. En esta cuestión se centrará en Obama en el logro de entendimientos destinados a frenar los planes de construcción de asentamientos a cambio de una reanudación de las negociaciones con los palestinos. Desde este punto de vista, se puede ver en la visita de Obama un esfuerzo adicional para salvar uno de los legados de la política estadounidense en Oriente Medio, que se remonta a los Acuerdos de Oslo y cuyo objetivo anhelado es el establecimiento pacífico de dos estados para dos pueblos.

Sin embargo, la reanudación de las negociaciones entre Israel y la Autoridad Palestina no es la única razón de la llegada de Obama al Oriente Medio. Otro tema es el programa nuclear de Irán. Al inicio de su segundo mandato se ve obligado, Barack Obama, a demostrar todo lo que se supone que es detener la carrera nuclear de Irán. El fracaso de las conversaciones en Kazajstán el mes pasado, las pruebas nucleares y amenazas lanzadas por Pyongyang reducen la ventana de oportunidades diplomática y hacen que la opción de una contención nuclear iraní sea menos probable. 

La visión de un Irán nuclear es una pesadilla para los aliados estadounidenses en la región - entre ellos Arabia Saudita, los países del Golfo, Turquía y, por supuesto, Israel. La crítica abierta del ministro de Exteriores Saudita, Saud al-Faisal, a la conducta de EE.UU. en relación a la cuestión nuclear iraní y su declaración de que “queremos terminar con el problema, no contenerlo” puede indicar el nivel creciente de ansiedad de los socios regionales de Estados Unidos y los signos de interrogación que crecen respecto a la voluntad y las capacidades de Washington para tratar este tema con determinación.

El Gobierno de Obama sigue apegado a su posición de que la cuestión nuclear puede ser resuelta por la vía diplomática; pero continúa insistiendo de que “todas las opciones están aún sobre la mesa”. Un indicador muy importante de la comprensión de la administración de que se debe endurecer la relación hacia la cuestión iraní se manifiesta en las recientes expresiones de Obama de que “Irán necesita aproximadamente un año para desarrollar armas nucleares; pero Estados Unidos no quiere estar tan cerca de este punto y empleará todas las formas para impedirlo”. El uso de términos temporales en la cuestión iraní no es característico de la Presidencia (hace tan sólo unos meses rechazó el pedido de Netanyahu para que determine un cronograma sobre la cuestión) y tiene por objeto aclarar a todos los actores, y especialmente a Israel, de que hay un esquema de acción y que la coordinación y la cooperación entre los aliados están comprometidos con el mismo.A pesar de la importancia de las cuestiones del proceso de paz y del programa nuclear de Irán; surgen otros motivos de la llegada de Obama a la región, especialmente los resultados de las transformaciones de la “Primavera Árabe”. En la historia moderna de Oriente Medio fracasó Occidente más de una vez en la intersección problemática que le obliga a decidir entre los intereses geopolíticos y el compromiso con los valores básicos occidentales. En este sentido, la “Primavera Árabe” agudizó aún más la tensión inherente entre los intereses nacionales y de seguridad de Estados Unidos en la región. 

Como resultado de esto, la política de EE.UU. sufre de arritmia y de falta de consistencia. Desde el estallido de la Primavera Árabe, no hay una estrategia estadounidense coherente en el Oriente Medio. 

Sin embargo, el problema más grave de todos los regímenes post-revolucionarios que surgieron a raíz de la Primavera Árabe es la cuestión, que está sangrando la región, conocida hasta hace poco como el estado de Siria, que presenta ante los norteamericanos toda una serie de desafíos. Uno de los principios de la política de la administración Obama es la reducción las fuerzas armadas de Estados Unidos en la región (Irak y Afganistán) o una acción como la participación secundaria en la crisis libia (“leading from behind” o conducir desde atrás). De acuerdo con este mismo principio los estadounidenses adoptaron una política de “sentarse sobre la cerca” (un pié aquí y el otro allá) en el caso de Siria. Pero, en el comienzo de 2013, parece que los estadounidenses han reconocido que el constante aumento del derramamiento sangre en Siria corroe de forma creciente su posición y sus intereses en la región. 

En Siria y sus alrededores ha surgido un cuadro geopolítica fluido y peligroso desde el punto de vista de los aliados estadounidenses en la región - la participación de fuerzas de radicales islamistas en el campo rebelde, la danza de la espada entre la Sunna y los chiítas en las provincias de la Media Luna de las Tierras Fértiles, y el Reino de de Jordania que colapsa bajo la carga de los refugiados sirios. 

Las vacilaciones sobre si entregar armas pesadas a los rebeldes es sólo uno de los temas que muestran la complejidad y la volatilidad de la cuestión siria. 

La administración comprende que una invasión masiva a la región de Siria está fuera de cuestión, y requiere una política compleja basada en el esfuerzo colectivo, logístico, la inteligencia y militar - fruto de la cooperación plena con sus aliados en la región.

La visita del presidente a Israel y a la región tiene por objeto, por lo tanto, tranquilizar a los socios regionales de Estados Unidos. Tiene como meta aclarar que, contrariamente a la impresión creada de la convergencia de Estados Unidos hacia sus asuntos internos; la administración Obama tiene la intención y la capacidad para enfrentar los problemas de la región y trabajar con diligencia para resolverlos.

La vinculación israelí, consciente de la agenda actual estadounidense, puede sacar beneficios geopolíticos de la visita del Presidente. La decisión de Obama de incluir a Israel, esta vez, en su viaje al Mediterráneo Oriental indica, muy probablemente, el papel especial designado para Israel en el plan que se está cristalizando. La visita también podría aumentar la cooperación frente a cuestiones tales como el fortalecimiento del Islam radical, la cuestión nuclear iraní y la lucha para impedir la proliferación de armas no convencionales. La actividad israelí en una red de cooperación regional podría contribuir al mejoramiento anhelado de las relaciones entre Israel y Turquía, así como también preservar los entendimientos de básicos de los acuerdos de paz con Egipto y Jordania. 

*Centro Moshé Dayán
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