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18 de febrero de 2013

No hay guerra de divisas


Mientras Argentina y Venezuela han tenido que devaluar fuertemente sus monedas por efecto del gasto desenfrenado y la escasez de divisas, el resto de América Latina enfrenta el problema inverso: las monedas locales se han apreciado frente al dólar, lo cual hace que las exportaciones sufran y que la economía se vuelva menos competitiva en los mercados externos, al mismo tiempo que una lluvia de productos importados baratos invade el mercado local.

El peso chileno es la moneda que más ha subido frente al dólar en los últimos meses, aunque no mucho más que el sol peruano, el peso colombiano y el peso mexicano. Pero fue el real brasileño la moneda que más se apreció desde la crisis financiera global de 2008, al punto que muchos analistas dijeron que era la moneda más sobrevaluada del mundo en 2010.

Fue entonces cuando el ministro de Hacienda brasileño, Guido Mantega, acusó a Estados Unidos de iniciar una guerra de divisas, luego de que la Reserva Federal anunció su primer programa de flexibilización monetaria (quantitative easing, QE) y comenzó a comprar toneladas de bonos domésticos con dinero recién emitido. Hoy, con el tercer programa estadounidense de ese tipo comprando US$40.000 millones en bonos cada mes y empujando el precio del dólar hacia abajo, sumado a programas similares en Japón y el Reino Unido haciendo bajar la libra y el yen, los reclamos de que el mundo desarrollado ha lanzado una guerra de divisas se multiplicaron, al extremo de apoderarse de la discusión en las reuniones del G7 y el G20 esta semana.

Los gritos de guerra de divisas son equivocados, porque no existe tal guerra. La frase es esgrimida contra Estados Unidos (y Japón y el Reino Unido) porque hablar de guerra de divisas atrae la atención de los medios al recordar un cataclismo. La única verdadera guerra de divisas se produjo en los años 30, cuando Estados Unidos y los países de Europa comenzaron a devaluar sus monedas uno tras otro y uno contra el otro, a fin de fomentar sus exportaciones y limitar sus importaciones. La guerra de divisas llevó al proteccionismo, al colapso del comercio, a la inflación y a la depresión de los años 30, que en Alemania causó la llegada de los nazis al poder.

En una guerra de divisas, los países en seguidilla bajar el precio de su moneda para vender más a los demás y comprarles menos.

Pero las movidas recientes de la Fed, el Banco de Inglaterra y el Banco del Japón, buscan estimular economías estancadas por la vía de mantener bajas las tasas de interés, impulsando así el consumo y la inversión. Los tres bancos centrales han recurrido a programas de flexibilización monetaria porque ya no podían bajar más las tasas de interés, y emitir para comprar bonos y seguir manteniéndolas bajas era el recurso que les quedaba.

Pero al mantener bajas las tasas de interés para estimular el consumo interno y la inversión, los bancos centrales de Estados Unidos, Japón y el Reino Unido también hacen bajar el precio de sus monedas, porque emiten más moneda y porque los inversionistas de cartera abandonan el dólar, el yen o la libra, y salen a comprar valores en lugares donde hay tasas más altas y otras monedas.

Es cierto, entonces, que la flexibilización monetaria de los países desarrollados tiene el efecto lateral de encarecer las monedas de los países latinoamericanos exitosos, impactando negativamente su balanza comercial. Pero su primer efecto es hacer crecer las economías desarrolladas, y ese crecimiento hace crecer a todas las economías del mundo. Además, la movida de EE.UU., Japón y el Reino Unido, al mantener sus tasas de interés bajas, hacen que el flujo internacional de capitales tienda a dirigirse hacia lugares con tasas de interés más altas, como las economías latinoamericanas.

Todo esto puede estar muy bien, pero no tranquiliza a los ministros de Hacienda de Brasil, Chile, Perú, Colombia y México. Brasil tuvo relativo éxito en detener el alza del real a partir de 2011 y 2012, pero el planificado frenazo de su sobrecalentada economía ha sido demasiado severo y en los últimos meses se ha disparado la inflación, de modo que los mercados están vaticinando que Brasil dejará que el real vuelva a subir para abaratar las importaciones y así domar un poco la inflación.

¿Qué deben hacer las economías de mercado de la región, que son las que gozan hoy de más altas tasas de crecimiento? Los ministros de Hacienda de Chile, Perú, Colombia y México se han sumado al de Brasil y han comenzado a quejarse de que el depreciado dólar está dañando a sus exportaciones. Pero ellos y los bancos centrales de esos países cometerían un error si hacen caso de las alarmas de guerra de divisas y hacen bajar sus monedas para defender su comercio exterior. Si lo hacen, serán ellos los que empiezan la guerra de divisas.

EDITORIAL AE

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