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4 de febrero de 2013

La unión hace la fuerza de A. Latina hacia la OMC


En el marco de los abrazos y sonrisas que se prodigaron los presidentes de los países latinoamericanos en la reciente cumbre de países de América Latina y el Caribe realizada en Santiago de Chile, es lamentable ver que los hechos no concuerdan con esos gestos bolivarianos.

En marzo se elige a un nuevo director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), entidad que, desde su creación en 1993, nunca ha sido encabezada por un latinoamericano. El actual director general, el francés Pascal Lamy, termina su mandato en septiembre de 2013 y no puede ir a la reelección.

En los pasillos de la sede de la OMC, en Ginebra, el rumor es que le toca esta vez a un latinoamericano. ¿Y qué hacen los latinoamericanos? Han presentado tres candidatos, cuando debieron haber presentado uno solo.con apoyo de los 32 países de América Latina y el Caribe que son miembros de la OMC. Tener un solo candidato habrÍa aumentado la probabilidad de ganar la elección y habría demostrado que la región es capaz de actuar como un solo bloque en el concierto internacional.

Pero, en vez de hacer lo conveniente, América Latina una vez más muestra que está dividida.

El candidato brasileño, Roberto Carvalho de Acevedo (55), tiene todos los galones que requiere el cargo. Conoce muy bien la OMC, ya que desde 2008 es el representante permanente de Brasil ante esa organización. Y su experiencia no termina allí: antes de eso fue el principal negociador de Brasil en la Ronda Doha, la más reciente ronda de conversaciones para liberalizar el comercio global organizada por la propia OMC.

El mexicano Herminio Blanco (62) tambi[en es buen candidato. Ha sido ministro de Comercio e Industria de México, negociador jefe en NAFTA (el tratado de libre comercio de América del Norte, firmado en 1994) y viceministro de Negociaciones Internacionales. Blanco ha tenido un rol protagónico en la apertura de la economía mexicana en los últimos 20 años, pero no tiene experiencia de primera mano en la OMC.

La costarricense Anabel Gonzalez, a los 49 años, es la menor de los tres candidatos latinoamericanos. Es ministra de Comercio Internacional de su país, encabezó las negociaciones por parte de Costa Rica para el acuerdo de libre comercio centroamericano (CAFTA) y tiene dos años de experiencia en la OMC: entre 2006 y 2008 fue jefa de la división de agricultura del organismo internacional. De los tres candidatos, González es la más claramente partidaria de la apertura comercial, las cadenas de valor y el libre mercado.

Los tres candidatos tienen currículos adecuados para el cargo, como también los tienen los otros seis, quienes postulan por Corea del Sur, Ghana, Jordania, Kenya, Indonesia y Nueva Zelanda.

Pero la triple candidatura latinoamericana no es una batalla de currículos sino un asunto de nacionalismos. Brasil y México suelen competir por los altos cargos de los organizaciones internacionales porque ambos tienden a sentirse hegemónicos. Los dos países más grandes de la región son también sus dos mayores economías, y ambos tienen también los dos mejores servicios diplomáticos de la región.

La inclusión de Brasil entre los BRICs, más su espectacular crecimiento durante la década pasada, lo ponen en buena posición para la hegemonía. Y como el ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ha dicho que no le interesa convertirse en el próximo secretario general de Naciones Unidas, las miras de Itamaraty apuntan ahora a la OMC y, en dos años más, a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo.

Pero si la economía de Brasil fue pujante hasta 2010, a partir de entonces se estancó y ahora es México quien va como avión. Su tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, además de otro similar con la Unión Europea y diez acuerdos de liberalización con otros 40 países, han convertido al país en una potencia manufacturera para el mundo. Es posible que, a fines de esta década, la economía mexicana supere en tamaño a la brasileña. Además, México es miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, que reúne a los países de economía de mercado más industrializados del mundo.

Y la candidatura costarricense es la candidatura “independiente” o de tercera vía, que busca atraer el apoyo de aquellos países de la región que prefieren no tener que someterse a Brasil o a México, o bien busca romper un posible impasse entre los dos contrincantes principales. El tamaño de Costa Rica no amenaza a nadie, tiene buenos diplomáticos y su relativa prosperidad le han dado siempre buena llegada a los organismos internacionales.

América Latina, entonces, va dividida al cambio de mando de la OMC, con una estrategia business as usual. Los dos países grandes disputándose el poder y un país chico como tercera vía. Los candidatos de Costa Rica y México ya han presentado formalmente sus posiciones ante el consejo general de la organización, y el brasileño hace su presentación en pocos días. El consejo decidirá en marzo próximo y el nuevo director general debe asumir en septiembre.

Muchos opinan que la OMC ha perdido relevancia, sobre todo a raíz del estancamiento de la Ronda de Doha a mediados de la década pasada. Pero esa es justamente la tarea que tiene por delante el nuevo: destrabar las negociaciones para seguir impulsando la apertura comercial en todo el mundo.

Las cartas ya están echadas. Esta vez la dirección general de la OMC le tocaba a América Latina. Es de esperar que ir divididos no nos haga perder la elección.

AE

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