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31 de enero de 2013

¿Está la escasez de alimentos en el horizonte del Perú?


A simple vista, el Perú parece tener asegurado el abastecimiento de alimentos a corto y medio plazo. No obstante, el cambio climático y otros factores están jugando en contra de la seguridad alimentaria.

El Estado peruano cuenta desde 2004 con una estrategia nacional de seguridad alimentaria, pero los expertos consultados coinciden en su escasa operatividad.

En el siglo XVIII el inglés Thomas Robert Malthus predijo que en el futuro se darían grandes hambrunas y guerras como consecuencia de la escasez de alimentos, en base a que el crecimiento de la población era superior al crecimiento de los recursos alimenticios. La moderación de la natalidad y el aumento de las producciones de alimentos, no obstante, acabaron por refutar su teoría. Tres siglos después el debate vuelve a estar sobre la mesa. ¿Se viene una catástrofe malthusiana?

El incremento de los precios internacionales de los cereales de julio hizo saltar las alarmas de un incremento de la inseguridad alimentaria y desabastecimiento en el Perú y la región. Las mismas campanas sonaron ya con la crisis de 2007-2008 cuando el alza en el precio de los alimentos amenazó la seguridad alimentaria de muchos países. “Estábamos preocupados de que volviera a pasar estos últimos meses”, dice John Preissing, representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el Perú. No obstante, en setiembre el aumento fue de 1% y para la organización de la ONU “no fue una crisis, sino solo una alarma”, aunque también una “señal para preocuparse”.

Según el índice de seguridad alimentaria (Global Food Security Index) elaborado por la unidad de inteligencia de The Economist, el Perú ocupa el puesto 48 en su ránking de 105 países, y aunque ha avanzado en la lucha contra la desnutrición, que se ha reducido 20% desde los 90, cuatro regiones (Huancavelica, Huánuco, Amazonas y Puno) tienen una vulnerabilidad muy alta a este fenómeno y otras seis moderadamente alta. “Hay una falta de disposición económica para comprar alimentos en algunas zonas”, dice la asesora del Ministerio de Agricultura, Clara Cruzalegui.

“No hay un problema de desabastecimiento; sí de accesos”, dice el presidente del Centro Peruano de Estudios Sociales (Cepes), Fernando Eguren. “El concepto de ‘seguridad alimentaria’ no se basa solo en precios, sino en infraestructura, conectividad, para que la gente sea capaz de ir al mercado a comprar y vender”, dice Rossana Montero, directora académica de la Maestría de Agronegocios y Alimentos de la Universidad del Pacífico (UP).

Según el Cepes, teniendo en cuenta que en 2021 el país tendrá 34 millones de habitantes aproximadamente, se necesitarían 1,3 millones de hectáreas nuevas si no mejoran los rendimientos físicos por hectárea o alrededor de 600.000 hectáreas si continúa el aumento de los rendimientos de la última década. “Todo tiende a que se produzca un problema de sostenibilidad en gestión de alimentos. Vemos problemas bastantes graves y que requieren políticas que se inicien ya”, dice el presidente de Cepes. Según el ministro de Agricultura, Milton von Hesse, “el abastecimiento está garantizado”, aunque el gobierno se encuentra ya organizando la Comisión Multisectorial de Seguridad Alimentaria Nutricional creada el 12 de octubre y cuyo objetivo es convertir en una política de Estado la seguridad alimentaria y nutrición.

PAÍS POCO IMPORTADOR

Pese a que el Perú solo importa cerca del 11% de lo que consume, no es un productor tradicional de maíz amarillo, soya y trigo, insumos básicos como alimentos para el sector avícola y ganadero, y estos tres productos junto con el algodón representaron el 53,2% de las importaciones agrarias.

El último boletín de seguridad alimentaria y nutricional de la FAO alerta de que los precios del maíz, trigo y soya se incrementaron más del 30% desde junio hasta mediados de julio. Pese a ello, el aumento del precio de los cereales todavía no se ha notado en los precios al consumidor. “El incremento no se nota todavía en el precio del pollo”, dice Eguren del Cepes. No obstante, la tendencia, según los especialistas consultados, es que los precios de estos commodities sigan incrementándose a nivel internacional. “No hay nada que indique que la plataforma de precios internacionales de los cereales vaya a bajar”, dice Alejandro Daly, presidente del Comité de Molinos de Trigo de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI).

Si bien hace 15 años únicamente los fenómenos climáticos podían afectar al precio, el cambio climático, la utilización de cerales para la producción de biocombustibles, el incremento de la población, los cambios de hábitos alimenticios de las poblaciones emergentes de países como China o India y la inversión en grandes fondos en contratos agrícolas presionan ahora sobre la plataforma de precios, e incrementa su volatilidad. “Más que el aumento de precios me preocupa la volatilidad, que por eventos como la sequía de EE.UU. se presenten alzas que van más allá de la plataforma”, dice Daly. “La FAO no está en contra del alza de precios en general, excepto en el caso de choques de precios elevados de golpe, porque puede beneficiar al mismo productor que obtiene más ganancia”, dice John Preissing.

NUEVAS ESTRATEGIAS

El empleo de los impuestos que generan sectores como la agroexportación o la minería es para algunos expertos, como Rossana Montero de la UP, una forma de sustentar los gastos para garantizar la seguridad alimentaria en las zonas más vulnerables, no obstante vinculada al desarrollo económico. Para otros especialistas como Fernando Eguren, el modelo de agroexportación compite con la mediana y pequeña agricultura dirigida al mercado interno, y el gobierno peruano potencia el primer tipo de agricultura, mientras continúan las carencias en la de menor tamaño.

El Estado peruano cuenta desde 2004 con una estrategia nacional de seguridad alimentaria, pero los expertos consultados coinciden en su escasa operatividad. “La estrategia nacional nunca se aplicó”, dice Eguren.

Por ello la comisión multisectorial tendrá entre sus primeras medidas revisar esta estrategia y plantear una nueva desarrollada hasta 2021. “Tenemos que abordar aspectos como el cambio climático, la generación de actividades productivas económicas para la población que brinda alimentos o el desarrollo de proyectos de irrigación a nivel país”, dice la asesora del Ministerio de Agricultura, Clara Cruzalegui.

El Plan de Gestión de Riesgos y Adaptación al Cambio Climático en el Sector Agrario presidido por el viceministro de Agricultura y presentado a mediados de octubre también tendrá a la seguridad alimentaria como línea transversal, junto con elcambio climático, que ya está teniendo efecto sobre los cultivos nacionales. Según el director general de Asuntos Ambientales Agrarios, Ricardo Gutiérrez, el cambio en el clima afecta ya a la calidad, el rendimiento de cultivos, las plantaciones y la producción ganadera del Perú. “Más de 15.000 hectáreas se pierden por efectos climáticos adversos al año, y en las últimas doce campañas 27 cultivos presentaron pérdidas”, dice. Los principales lineamientos de este plan, desarrollado con la FAO, son fortalecer el sistema de monitoreo, predicción y alerta temprana de peligros climáticos, y promover y desarrollar investigación científica sobre vulnerabilidad y riesgos
climáticos.

La investigación es un pilar fundamental tanto en la prevención de los efectos del cambio climático como en materia de seguridad alimentaria sobre todo en sierra y selva, donde la agricultura es más artesanal. “Se necesitan semillas que tengan más resistencia”, dice Fernando Eguren. En octubre el Instituto Nacional de Innovación Agraria liberó un híbrido de maíz amarillo duro conseguido por científicos del Programa Nacional de Innovación Agraria en Maíz en Chiclayo, con un rendimiento de hasta 14 toneladas por hectárea y una mayor adaptación.

CAMBIO DE DIETA

Otra de las apuestas del Ministerio de Agricultura, según el ministro Von Hesse, es cambiar los hábitos alimenticios e impulsar la dieta andina, con productos como la quinua o la kiwicha. La FAO designó al 2013 año de la quinua con el objetivo de potenciar aquellos cultivos olvidados ricos en vitaminas y nutrientes y resistentes al cambio climático.

Otro de los insumos con los que se podría combatir la inseguridad alimentaria es, según Óscar Peña, gerente general de LSA Almacenera, la anchoveta, altamente nutritiva y con omega 3 y 6. “La gente no está acostumbrada al sabor de la anchoveta y más del 70% se destina a la exportación. En el Perú el consumo es mínimo”, dice Peña.

Para promover su consumo en su plan de seguridad alimentaria, el Ministerio de la Producción puso en marcha este año un programa para destinar cerca de S/.10 millones para llevar a zonas de bajos recursos la anchoveta. La empresa LSA, cuya producción se dirige a la exportación, se plantea invertir en conservas para “poner un granito de arena y potenciar el consumo en el país”.

Ampliación de frontera agraria, investigación, mejora de los rendimientos productivos y cambio de hábitos de consumo se perfilan como las principales medidas que deben tomarse ya para solucionar los problemas de alta vulnerabilidad en sierra y selva, y para garantizar que a largo plazo los peruanos pueden seguir disfrutando de la que es la dieta más variada del mundo.

AE

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