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21 de diciembre de 2013

Kafka, un precursor del siglo XX

Por: Dra. Bejla Rubin

Franz Kafka muere en 1924 a la edad de 41 años, debido a que contrajo tuberculosis. Ese flagelo que azotó a los jóvenes del siglo pasado cuando aún no se había inventado el remedio para el bacilo de Koch, se cobra de la vida de personas de ambos sexos y en cuanto a las mujeres tísicas, les daba ese aspecto romántico como el de la Damas de Camelias de Dumas, que muere por amor detrás de la tisis que la representa en su padecer dando a su cuerpo el formato que hoy vemos en las histéricas modernas: las anoréxicas.

Pero volviendo a Kafka, precursor de un estilo nuevo de escritura porque de entrada nos muestra el problema del que nos va a hablar, también fue un visionario de lo que llegaría a ser el siglo XX.

En 1915 escribe “La metamorfosis” (Die Verwandlung), y en ese escrito nos presenta a un Gregor Samsa convertido en un “monstruoso insecto”, abandonado a su suerte, y que se transforma en esa extranjeridad irreconocible, no sólo para el otro, sino para si mismo. Un hombre metamorfoseado, embrutecido por una sociedad que comienza a ser indiferente ya inmersa en la modernidad, poco solidaria en cuanto al padecimiento de sus semejantes, distantes en lo que le pasa al otro. Siendo así, Samsa deja de ser “un semejante”, un par, y se transforma en otra cosa, pasa al reino animal como síntoma de la indiferencia de su época, de una sociedad que empieza a embrutecerse y a volverse cada vez más egoísta. Y es así como vemos emerger lentamente el concepto de banalización, de minimización del padecer ajeno. 

El otro pasa a ser un extraño que ya no me identifico con él. Más bien lo rechazo y expulso en su particularidad, tanto de ser, como de goce.

Comienza de a poco un lento y largo proceso de discriminación y que su máxima expresión la veremos eclosionar con el nazismo y la Shoá. Serán allí los nazis los que nominarán de insectos “Samsa” a todos aquellos que no cuadren con la medida aria: judíos, no rubios y de ojos claro y de no tener sangre pura.

Los judíos y gitanos eran los mejores “animales”

Vemos asimismo como junto a la segregación concentracionaria el hombre pasa a ser un nuevo espectáculo, un bicho maltratado donde pierde su condición de humano y que se lo puede experimentar en lugar de los cobayos de laboratorio usados para ese fin. En la Alemania nazi estaba prohibido el uso de animales para experimentar sobre ellos, entonces los judíos y gitanos eran los mejores “animales” para ese fin.

Y nuevamente nos apoyamos en Kafka cuando escribe su cuento “Un artista del hambre” (Ein Hungerkünsler). Un hombre que tenía por oficio ser ayunador. Puesto en una jaula y que la muchedumbre accedía como buena chusma a verlo ayunar y de cuánto tiempo resistía sin comer, donde algún que otro malicioso se deleitaba comiendo frente al hambreado.¿Ficción?, o acaso no lo vemos a diario ese obrar desamorado e indiferente.
Y estos que fueron obras de la imaginación creadora de Kafka, resultaron ser una intuición anticipada de buen poeta, de lo que habría de acontecer a millones de personas hacinadas, tratadas cual bestias de carga, “alimentadas” con tan sólo 300 calorías diarias, donde en su mayoría habrían de morir de hambre y de cansancio y no tanto en las cámaras de gas.

Pero todo este recorrido no es pasado. El mundo sigue dividido entre los ávidos y empachados de tanto comer, alimentados de su codicia y explotación, versus los hambreados, desnutridos y fuera del mundo globalizado.

No sólo somos testigos de ese nuevo espectáculo del hombre marginado en Africa, sino inclusive aquí en la Argentina, país de bonanza y granos por doquier, donde son los políticos y su cohorte los que llenan sus arcas a mansalva soslayando la mirada para hacerse los desentendidos frente a los niños desnutridos, no alfabetizados y explotados como mano de obra esclava. Niños que se alquilan para pedir limosna donde se los alimenta con migajas, droga y paco, la peor resaca barata de la droga siendo ese el estupefaciente de los pobres para poder soportar el hambre y la falta de techo.

Sólo me resta sentarme y esperar a ver cómo se desenvuelve la Historia

Y así como el personaje de Kafka, ese último artista del hambre que muere frente a la indiferencia del mundo dado que la jaula del león pasa a ser un divertimento más atractivo que el de ver a un hombre ayunando y contando sus días de hambre, en el presente, la banalización del mal ya ha hecho su trabajo: vemos pasar la miseria y el hambre del prójimo y no nos conmovemos, miramos para otro lado pues ha dejado de ser nuestro semejante. Su hambre no nos convoca ni pertenece entonces, no nos importa.

De la misma forma que me llega esa frase trillada y banal: “ya basta de Auschwitz, eso ya fue, ¿y otra vez con el mismo tema?”. Entonces, sólo me resta sentarme y esperar a ver cómo se desenvuelve la Historia y su maliciosa forma de operar dado que cuando hay olvido e indiferencia, ese es el mejor semillero para que acontezca lo que los analistas llamamos: repetición.

Y así como el mundo se sostiene gracias a los 36 justos, se apela a que ellos hagan su trabajo y que el amor por la vida, tanto la propia como la del prójimo, lo realicen en una progresión geométrica para darle al futuro de nuestros hijos una nueva y mejor oportunidad.

AURORA

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